Los activos que generalmente consideramos más importantes de una empresa, que figuran en los cuadros de análisis económicos y financieros y a los que, por supuesto, dedicamos especial atención, no son los que hoy representan el éxito empresarial. De hecho, sabemos que actualmente, el éxito depende en más alto porcentaje de los intangibles que de los tangibles, puesto que el mundo de hoy es de conocimiento, comunicación, innovación, hipercompetencia, economía global, tecnología y cambio acelerado. Entre dos empresas que poseen iguales cantidades de recursos similares, sobresale la que sabe manejarlos mejor. Más valen las capacidades que los recursos.
Quiero proponer aquí lo que llamaría un nuevo mundo empresarial, en el cual el activo mas importante es LA CULTURA. Dirán que estamos lejos de lo que voy a proponer pero precisamente por eso hay que empezar a fomentarlo. Y conozco empresas muy nuestras que han empezado a realizar ese ideal.
Las empresas que por exitosas se vuelven triunfalistas, consideran que todo lo dominan y no requieren evaluar su cultura, cambiarla y llevarla a otros niveles más altos terminan muriendo.
A la empresa que prevalece hoy, a la que en su mayoría se le agradece haber generado empleo y bienestar, ha ocasionado un desastre; ha creado un mundo desigual con un 10% de ricos propietarios, multinacionales de poder que juegan con los recursos y la gente. Se trata de una empresa instintiva que basa su éxito en su capacidad de pelea, de dominio. Los mercados que ha creado son escenarios de guerra y tiene acorralado al ser humano en un mundo de consumo, con la ilusión de una felicidad basada en una moda pasajera. Lleva a las personas a emplear su fuerza vital en la materia, el tener y el placer. Empresas orientadas al hacer compulsivo, al dominio y al poder.
La empresa que hoy se define exitosa porque ha logrado los rendimientos económicos propuestos, es miope. En primer lugar debería analizar si ha logrado condiciones de estabilidad financiera y de seguridad para todos los miembros que la componen y sus grupos de interés. Es decir, la empresa que no requiere de la presión de un sindicato o la fuerza de la ley para garantizar dignidad a sus miembros, todos, llámense empleados, dueños, o terceros.
En el afán de hacerse más eficiente, más rentable, más productiva la empresa descuida su activo más valioso: La cultura organizacional y es precisamente este activo el que le facilita su progreso y sostenibilidad. En las organizaciones de hoy el diferenciador clave de desempeño es la cultura. Pero muchas veces, los comportamientos limitantes, se mantienen por intereses individuales o de grupo, manejo de poder, burocracia, competencia interna y manipulación que impiden un mejor funcionamiento de la organización.
La empresa que crece, arrasa, asegura su triunfo ante la competencia, aumenta sus utilidades para asegurar su preeminencia sin medir consecuencias, ha creado un sistema en crisis.
La cultura, entonces, puede ser el mayor activo de una empresa o su mayor obstáculo. La cultura define qué es la empresa, la posición que asume y el rumbo que lleva. La Cultura contiene la visión y los valores que crean altos o bajos niveles de desempeño, atraen o alejan a la gente con talento, limitan o inspiran a los empleados para ir más lejos.
La cultura facilita o estorba el trabajo de grupo, la cohesión interna, la creación de comunidad. Y la empresa de hoy está mas cerca del éxito si se aleja de la jerarquía tradicional para transformarse en una comunidad que se comporta como un organismo vivo y es holística.
La dicotomía individuo-Comunidad es interesante porque si el individuo en procura de su desarrollo, olvida la comunidad se condena a si mismo. A su vez la comunidad se ahoga en si misma, cuando agobia y limita las personas pues se fortalece a través de los individuos que la componen y le aportan para su sostenibilidad y desarrollo.
La empresa de hoy requiere una especial atención al individuo; el individuo requiere una especial integración al grupo. La empresa de hoy trabaja guiada por un propósito común y solo cuando se logra que los individuos se integren a través de ese propósito común se forma una verdadera comunidad.
La empresa que se necesita en estos tiempos es la que sabe hacer alianzas, se preocupa por la sociedad, por su país y la sostenibilidad de la humanidad y el planeta. Empresas de expresiones elevadas hacia el ser humano, la sociedad y el mundo. Empresas que fomenten la inspiración más que la innovación, las causas nobles y la realización a plenitud de los seres humanos.
El cambio empieza por las personas
Estamos hablando de niveles más altos de conciencia empresarial. Pero sin cambio personal no hay cambio organizacional. Es necesario primero que las personas eleven su nivel de conciencia. La transformación (individual y colectiva) implica un cambio de valores y comportamientos para alcanzar resultados deseables y consolidar rendimientos por encima del promedio sin corrupción, en armonía con la gente, sin descuido del medio ambiente.
El cambio de la cultura organizacional
Para expresarlo en función de números y sumas (a los que estamos acostumbrados) cuando las personas cambian, transforman a su vez la cultura de la empresa, pues en resumen ella está constituida por la sumatoria de las mentalidades, comportamientos y valores de los individuos que la componen. Por consiguiente no estamos lejos de poder medir y evaluar la cultura y poder establecer acciones de cambio, estrategias de cultura para mejorar la empresa y tener indicadores de cultura en los informes de gestión.
Junto a balances, análisis financieros y proyecciones económicas debería presentarse el Balance de Cultura; aquel que mida los valores; que señale que tan lejos o cerca está la empresa de la cultura que desea, que diga claramente que nivel de conciencia ocupa la compañía.
Visite www.arenasseleey.com para información sobre nuestro Modelo Consciente de Transformación Dinámica. (MCTD).
