En todo sentido, uno de los hombres más valiosos que ha tenido el país, por su vocación y la dedicación de su vida a lo social, sus sacrificios, sus empeños. Como se sabe, tuvo que aplazar por 40 años su título de doctorado por discrepancias con la academia pero sus libros valen más que muchos que reciben puntos de producción intelectual en las universidades. Alfredo Molano ha enseñado cómo se investiga y por supuesto cómo lo nuevo, diferente, de valor desconocido por la academia que suele considerarse dueña del conocimiento y la verdad, es rechazado, ignorado, no aceptado e incluso despreciado.
En el campo de las ciencias humanas, enseñó Alfredo Molano, el relativo valor de la “citología”, no la del laboratorio que pide el médico para el control de la mujer, sino la de las citas, citas y citas de fuentes supuestamente leídas para soportar las investigaciones y respaldar los libros que reposan en los anaqueles sin leerse, a diferencia de los que aportan otros métodos, narran la verdad en forma poética, se leen y ganan valor por si mismos.
Umberto Eco en su escrito “Aquí está el ángulo recto” sostiene que para saber, hemos necesitado oír no tanto definiciones como “historias”. “Historias que… se convierten también en maravillosas novelas de aventuras” como son los libros de Alfredo Molano, que relatan su odisea, los caminos recorridos, las poblaciones visitadas y sus apasionantes interacciones con los campesinos. Como decía Eco: “En otros términos, nuestro saber (también el saber científico, no solo el saber mítico) está entretejido de historias”.
Así, por ejemplo, “… la verdadera “cosa” que los niños quieren saber, es decir, de dónde vienen los niños, no se puede contar sino en forma de historia…” y Euclides el padre de la geometría, no define en absoluto un ángulo recto como un ángulo que tiene noventa grados. Euclides en cambio expresa: “Cuando una línea recta que está sobre otra hace que los ángulos adyacentes sean iguales, cada uno de los ángulos es recto y la recta que está sobre la otra se llama perpendicular a la otra.”
Leyendo a Alfredo Molano podemos ratificar que, efectivamente, el saber se elabora y se difunde a través de historias. Ya había yo comentado alguna vez que, por ejemplo, en el caso de la Psicología, en lugar de pesados textos el profesor podría facilitar a sus alumnos el deleite de la lectura de libros como El retrato de Dorian Gray cuyo análisis facilita el conocimiento que se pretende enseñar.
Muchos temas pone de presente la obra de Molano, entre otros, los cambios por hacerse en la academia, para abandonar posiciones de rigor que se sostienen en un supuesto dominio exclusivo de acostumbradas metodologías en manos de las autoridades cerradas que las defienden y sostienen.
Las citas de los libros de Alfredo Molano, entreveradas en los mismos textos, citas que surgen inspiradas, ofrecen verdades a los colombianos, como le correspondía siendo uno de los comisionados de la verdad; citas reales, citas valiosas: historias campesinas.
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